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La Congregación Marista nació de la inmensa necesidad que existía en Francia, al final de la Revolución Francesa, de maestros y educadores cristianos.
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Gracias a la dedicación y entrega de Marcelino Champagnat, a la buena voluntad de los hermanos y a la palpable protección de la Virgen María, el Instituto aumentó año tras año. “Dar a conocer Jesucristo y hacer amar a María”, es la misión de los Hermanos Maristas y la escuela, para Marcelino, es el lugar privilegiado para la evangelización.
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Los puntos esenciales de su educación son la presencia asidua junto a los jóvenes, la sencillez, el espíritu de familia y todo a la manera de María. Se inculca el respeto y el amor a los niños, la atención a los pobres, a los más ingratos y a los más abandonados, a los huérfanos en particular.